Suponemos mal cuando decimos que el territorio oriental será un vergel de por vida; solo recordemos que alguna vez el desierto del Sahara fue un bosque. Dada esta situación, es hora de iniciar campañas de forestación con la mejor herramienta que tenemos: la imaginación.
Nuestros bosques son esenciales para mantener la salud y la estabilidad climática del planeta, nos brindan alimentos y medicinas; no obstante, se encuentran en peligro y, como siempre, somos los seres humanos los responsables directos.
Las principales amenazas son la tala descontrolada e incendios de bosques y la contaminación ambiental. La primera recibe el nombre de deforestación y produce erosión del suelo, al que luego lavan las lluvias. La deforestación además despide gases que van a la atmósfera y se suman al efecto invernadero, o sea, el recalentamiento de la tierra. Con el avance inexorable de la deforestación, la integralidad ecológica de numerosas regiones del mundo se está destruyendo, lo que provoca una fuerte degradación de los suelos camino a la desertización, agrava las sequías e inundaciones, interrumpe el suministro de agua potable y reduce la productividad de la tierra.
Los árboles y los suelos desempeñan una función esencial en el ciclo mundial del carbono, que cobró mayor importancia con la aparición de cambios climáticos originados por el dióxido de carbono, lo que constituye amenazas graves contra el medioambiente en el sistema natural planetario. El ciclo del agua también se lo debe conocer y comprender, es la velocidad con la que recorre el líquido vital dependiendo en gran medida de la presencia vegetal; cuanto más densa y frondosa sea la arboleda, más agua de lluvia retiene, más húmedo es el suelo, más suave el clima y más constante el flujo de los ríos.
Los bosques son un recurso biológico esencial y sus beneficios son más amplios que los derivados de la explotación de la madera. Son fuente de otros productos forestales de gran importancia (medicamentos y alimentación); conservan el suelo y protegen las cuencas hidrográficas; es hábitat natural de la diversidad biológica y cumplen la función fundamental en la retención del carbono. Grandes cambios climáticos, como los observados diariamente en nuestro redondo mundo a través de la TV, ponen en peligro no solo la vegetación natural, sino también los cultivos y, por consiguiente, la cadena alimentaria humana. La orientación depredadora es muy marcada, tanto en áreas rurales como en los pequeños bosques de nuestros pueblos y ciudades. Este fenómeno deja sin protección a las tierras, lo que desemboca en una aridez muy difícil de revertir (áreas desérticas).
Suponemos mal cuando decimos que el territorio oriental será un vergel de por vida; solo recordar —con dificultad para comprender y creerlo— que alguna vez el desierto del Sahara fue un bosque. Lo vemos y sentimos todos los días, no solo en la tendencia depredadora de la industria agroforestal que derriba grandes extensiones de árboles naturales en áreas sensibles; además, lo destruido por incendios, quemas y chaqueo ya no es solo en la chiquitania, sino que hoy se extiende a muchos municipios del país.
¿Qué hacer?
Dada esta situación, que se muestra difícil y compleja, es hora de iniciar campañas de forestación con la mejor herramienta que tenemos: la imaginación. Sabemos que se aproximan tiempos difíciles, se afirma que el mundo tal como lo conocemos no tendrá los alimentos suficientes para darles de comer a los nueve mil millones de habitantes que poblarán el planeta hacia 2050. Lo sostiene David Rieff —analista, político y crítico cultural, entre otras calificaciones— que ha estudiado el circuito de los alimentos y la desnutrición durante seis años. La explosión demográfica, el cambio climático, el aumento de la desigualdad, el incremento de flujos migratorios —las crisis actuales serían “gotas en comparación con el océano que podría darse no solo en Europa sino en todo el mundo”— podrían generar un colapso total de la sociedad. Todo lleva a su conclusión más que alarmante: “el porvenir es oscuro y los platos estarán vacíos” [1]. También leemos: “Todo lo dicho sobre la alimentación en el mundo se puede resumir en una sola palabra: hambre. El hambre ha sido, desde siempre, el motor de cambios sociales, progresos técnicos, revoluciones, contrarrevoluciones. Nada influyó más en la historia de la humanidad. Ninguna enfermedad, ninguna guerra mató a más gente. Todavía ninguna plaga es tan letal y, al mismo tiempo, tan evitable, lo dice Martín Caparros” [2].
Frente a ello, solo queda contribuir a salvar el único planeta que tenemos, no hay otro de repuesto. Todas las ideas son bienvenidas. Desde este espacio ponemos la nuestra, que es una réplica de otras similares desarrolladas en sociedades que entendieron la importancia de aportar. Arborizar calles, avenidas, parques y áreas verdes en ciudades, pueblos y comunidades de todo el territorio nacional, no solo buscando ornamento y sombra, su fundamento es más bien ambiental y tiende a abarcar y cubrir una parte de la alimentación de los pueblos.
Es necesario ver hoy lo que le puede suceder a la aldea global y, en la línea de lógica consecuencia, a nosotros como Camiri y región. En lo que se pueda contribuir, seguro que el impacto será pequeño pero cualitativamente importante; de hacerlo bien, será suficiente para sentirnos satisfechos de lo que en consciencia se haga.